Lo más horrible y hermoso de la vida es que termina.
Este 8 de octubre del año 2025 asistí al funeral de una excompañera. No era mi amiga, apenas una conocida, pero eso no quitó que el ambiente se sintiera extrañamente pesado. Denso. Dios tal vez existe y tal vez no; de cualquiera de los dos modos, no puedo evitar admitir que el hecho de que una lluvia ligera iniciara justo en ese momento parecía el setting perfecto para una película.
Debo confesar que llegué tarde, por lo que tuve que quedarme de pie unos veinte minutos, observando desde la distancia. Mi mirada se perdió en el ataúd. Era pequeño, muy pequeño. Desconozco si el cuerpo de la difunta estaba realmente ahí, pero el detalle me capturó por casi diez minutos, navegando en pensamientos.
Principalmente, pensamientos referentes a la ambigüedad de la muerte: es un miedo biológico, una certeza inevitable, y aun así su llegada es casi siempre una sorpresa brutal, un evento que rompe la lógica de lo cotidiano. Uno no espera que la vida simplemente se detenga.
Cuando la ceremonia terminó, hicimos una formación para dar paso al ataúd al salir de la iglesia. Ahí pude ver los rostros con más claridad. Algunos eran de niños obligados a estar ahí, sus expresiones completamente indiferentes, perdidos en su propio mundo. Otros eran rostros completamente rojos, hinchados, llenos de lágrimas y con los ojos resecos por el llanto. Vi a parejas abrazándose para sostenerse.
De hecho, vi a una conocida junto a su pareja; sin duda la imagen parecía cinematográfica. Realmente no pude ver el rostro de ella, por lo que no sabía si estaba llorando, indiferente o —en una posibilidad remota— planeando cómo conquistar el mundo en su totalidad.
Pero su postura era afligida, y ver cómo su pareja la abrazaba, dándole un soporte silencioso pero firme, ciertamente me hizo darme cuenta de lo extraños que somos los humanos. Es curioso: siempre que veo a esa parejita esbozo una pequeña sonrisa, cosa que no fue la excepción ni en los momentos más ambiguos. Debo admitir que son genuinamente tiernos, aunque estén tan alejados de mí.
El punto es que, en mi infinita ignorancia, me doy cuenta de que la vida es mucho más complicada. Ver tantos rostros destrozados, a gente siendo apoyada, incluso pequeñas sonrisas en momentos tan lúgubres me hace darme cuenta de que todo es tan complejo.
Y esa extraña, dolorosa complejidad solo revive mi eterno interés por mi especie, la humanidad, no soy un alienígena, creo.
Hey! ¿Cómo estás? Veo que estás demostrando el suficiente interés sobre mí para entrar a mi perfil, que descortés de mi parte el no haberme presentado, Mis siglas son T.A., si me conoces en la vida real, ¡comprende que esto es una medida para que cibercriminales no me rastreen! Bien, supongo que debo contarte cosas sobre mí, mm. Nací el 22 de enero de 2010, mi autor favorito es HP. Lovecraft, soy paraguayo, quiero estudiar en el extranjero, eh, ¿es difícil hablar sobre uno mismo?, ¿no crees? Me gusta el ajedrez, la oratoria me encanta, escribo desde los 14 años a escondidas, me gusta mucho la tecnología, me gusta la humanidad, y no mucho más, supongo que puedes conocerme más si lees mis ensayos, mis historias no reflejan tan bien a mi ser porque no hago self-insert. De todas maneras, ¡gracias por estar en esta página perdida por el basto internet!
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