¿Qué son realmente las relaciones románticas entre menores de edad y su razón de existir?
No suelo meterme en temas de parejas; la verdad, me da un poco de envidia ver a los demás y pensar que yo sigo fuera del juego. Pero últimamente noté algo curioso: mis conocidos hablan de “relaciones” como si supieran exactamente qué significa, y en realidad no tienen ni idea (diría yo).
Así que, ¿por qué no me pongo a investigar y armar un mini-estudio respecto al tema? Por lo menos sirve para entender qué está pasando… y, de paso, le doy a mi cabeza una excusa decente para pensar en romance sin que la envidia me coma vivo.
Las relaciones románticas adolescentes no son un destino inevitable ni un rito de paso sagrado: son un experimento social con ventajas medibles y daños documentados que muchas veces quedan ocultos por el discurso popular.
En mi círculo más cercano —doce amigos entre quince y diecisiete años— nueve afirman que tener pareja a esta edad es “fundamental” y siete la ven como “inevitable”. Aunque estas cifras son anecdóticas, el fenómeno tiene eco en la región: en América Latina y el Caribe, 1 de cada 4 niñas entra en unión temprana o matrimonio antes de los 18 años, un fenómeno que no ha disminuido en los últimos 25 años y que conecta con desigualdad, presión social y expectativas de pertenencia (UNFPA, UNICEF). El motivo más citado entre las y los jóvenes no es necesariamente el amor romántico, sino la sensación de pertenencia. La presión grupal y el miedo al rechazo social juegan un papel central en el inicio de estas relaciones.
Esa urgencia tiene un precio. Los estudios muestran que, en Paraguay, 3 de cada 10 adolescentes han denunciado episodios de violencia en el noviazgo. Se trata de violencia física, psicológica o de control: monitorear el celular de la pareja, dictar reglas sobre con quién se puede hablar o cómo vestirse. Muchas adolescentes consideran normal este tipo de control, según reconocen autoridades y campañas recientes.
Las ventajas, cuando existen, tienden a estar relacionadas con la posibilidad de practicar habilidades socioemocionales como la empatía, la regulación de emociones o la comunicación de límites, aunque los resultados no siempre son duraderos ni universales. Investigaciones a nivel regional señalan que, si bien la presencia de relaciones estables puede fomentar el desarrollo de competencias emocionales, estos beneficios dependen más de otros factores como el apoyo familiar, la educación sexual integral y las redes de confianza que de la relación en sí misma.
El daño, en cambio, es directo y se observa con claridad en los datos sobre embarazo adolescente. Paraguay sigue siendo el segundo país del Cono Sur con más nacimientos de madres adolescentes: en 2024, más de 9,100 niñas y adolescentes de entre 10 y 19 años dieron a luz, lo que representa un 12% del total de nacimientos del país. Ser madre adolescente implica, además de riesgos para la salud, un mayor peligro de abandonar la escuela y de perpetuar ciclos de pobreza y exclusión.
Por detrás de las cifras se esconde la normalización del sufrimiento: muchas adolescentes ven como “parte del amor” conductas que en realidad son signos de abuso y control. Las campañas del Ministerio de la Mujer y organizaciones internacionales insisten en que, si una adolescente naturaliza la violencia en el noviazgo, tiene más probabilidad de vivirla (y reproducirla) en la adultez.
La paradoja es que cuanto más se idealizan las relaciones adolescentes como preparación para la vida adulta, más se parecen a un simulacro donde el objetivo es “tener pareja” más que construir vínculos sanos. Así, las y los jóvenes actúan el guion social del amor antes que experimentarlo genuinamente y confunden la exclusividad o la visibilidad pública (en redes, por ejemplo) con la seguridad emocional.
Entonces, ¿por qué existen estas relaciones? Porque responden a una necesidad real —pertenecer, sentir validación— pero suelen estar enmarcadas en mecanismos sociales imperfectos o poco saludables. Mientras se siga premiando la posesión afectiva, el control o la exclusividad por encima de la comunicación y la autonomía, estos vínculos no serán una falla, sino una función del sistema social.
Este análisis se limita a contextos urbanos de clase media y no incorpora experiencias rurales ni de minorías étnicas, donde las dinámicas pueden variar sustancialmente. Si futuros estudios evidencian tasas más altas de relaciones saludables en contextos donde existe educación sexual integral y apoyo familiar, será necesario revisar estas conclusiones. Hasta entonces, la pregunta no es si deberías tener pareja a los quince; es qué tipo de relación construirías si nadie te obligara a cumplir ningún guion predeterminado.
Hey! ¿Cómo estás? Veo que estás demostrando el suficiente interés sobre mí para entrar a mi perfil, que descortés de mi parte el no haberme presentado, Mis siglas son T.A., si me conoces en la vida real, ¡comprende que esto es una medida para que cibercriminales no me rastreen! Bien, supongo que debo contarte cosas sobre mí, mm. Nací el 22 de enero de 2010, mi autor favorito es HP. Lovecraft, soy paraguayo, quiero estudiar en el extranjero, eh, ¿es difícil hablar sobre uno mismo?, ¿no crees? Me gusta el ajedrez, la oratoria me encanta, escribo desde los 14 años a escondidas, me gusta mucho la tecnología, me gusta la humanidad, y no mucho más, supongo que puedes conocerme más si lees mis ensayos, mis historias no reflejan tan bien a mi ser porque no hago self-insert. De todas maneras, ¡gracias por estar en esta página perdida por el basto internet!
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